miércoles, noviembre 10, 2010

Lactancio: De Mortibus Persecutorum (I)

Lactancio es una de las principales fuentes para tener acceso a los primeros años del siglo IV (después de Cristo); en su texto “Sobre la muerte de los perseguidores”, realizado en una mezcla de apología e historia, detalla lo acontecido a aquellos emperadores romanos, que aprovechándose de su posición, y guiados por su impiedad y vicios, iniciaron persecuciones sobre los judíos en un primer momento, y después, en específico, sobre los grupos cristianos del imperio. La estrategia por él seguida, encuentra sus bases en la adopción que los escritores cristianos hicieron de la figura del tirano, dibujada por los letrados paganos; esta tenía dos características: Eran malos gobernantes (su acción se centraba en determinaciones anti senatoriales, resultando hombres sin virtudes destacables), y como resultado de tal proceder, obtenían una muerte miserable; A la noción de “mal gobernante” se agregaba el hecho de haber sido perseguidores, y al género de su muerte, la consideración de ser esta producto de un castigo divino[1].

El valor histórico de las referencias, se ve en ocasiones un tanto opacado por el tono apologético, el cual trata de hace siempre hincapié en la fuerza vengadora de Dios, quién dio castigos justos a las almas criminales; siendo esto motivo de regocijo, y por lo tanto razón para hacer recordar los hechos, como una clase de prueba de los designios divinos, a favor de su pueblo (recordemos, en el contexto cristiano, aquellos que creen en él):

Es de su muerte de lo que me ha parecido bien dejar testimonio escrito, a fin de que todos, tanto aquellos que no fueron testigos de los acontecimientos, como quienes nos sucederán, sepan de qué modo el Dios supremo mostró su poder y majestad en la extinción y aniquilación de los enemigos de su nombre.[2]

Este memorioso acto, es dirigido desde una época de tranquilidad, bajo los gobiernos de Constantino y Licinio, quienes habiendo derrotado (respectivamente) a Majencio y Maximinio Daya, promulgaron el Edicto de Milán en el 313 con el que se ponía fin a las persecuciones, estableciendo la libertad de religión[3]. “Ahora, tras la negra tempestad y los violentos turbones, el aire está en calma y brilla la luz deseada. Ahora, aplacado por las plegarias de sus siervos, Dios ha erguido con su ayuda celestial a los que yacían afligidos”[4] Son las palabras que al principio del texto, Lactancio enuncia con ferviente convicción religiosa. No es para menos, las persecuciones fueron crueles e inhumanas, pero sobretodo inútiles, los que renegaban del cristianismo no volvían a la religión del imperio, y la dispersión de su creencia no confinada a los límites geográficos, de raza, o culturales, la hacía escurridiza.



[1] Lactancio. Sobre la muerte de los perseguidores. Versión de Ramón Teja; Madrid, Gredos, 1982. p.26

[2] Ibíd., (1,4-9)

[3] v. Ibíd., (48, 1-13)

[4] Ibíd., (1,4-9)

3 comentarios:

Firmus et Rusticus dijo...

Desde luego, temas muy interesantes. En cuanto al cruce de concepciones éticas entre el cristianismo y la "romanidad", a mi juicio el papel fundamental de ésta última es servir de vehículo para el primero, que es el proceso que he intentado narrar en la serie "Roma y Cristiandad". Desde luego, la impronta romana confiere ciertas peculiaridades seculares a la forma en que la religión cristiana se asienta y configura el orden político cristiano en la Edad media, como puede ser la herencia de la idea de Imperio (¡hecha a medida como plano físico para la universalidad espiritual cristiana!).

Pero, en cuanto a concepciones éticas, no me parece que la herencia romana sea significativa. Cada día estoy más convencido de que su fatalismo pagano no tiene nada de original frente a las demás culturas paganas. Me refiero a la creencia (por suerte superada con el cristianismo) en la imperturbabilidad de la naturaleza, y por consiguiente en la inutilidad y amoralidad de la acción del hombre, con el consecuente desprecio a la vida.

Y no critico este común denominador pagano por el hecho de ser diferente al cristianismo, sino que al contrario me parece la tendencia filosófica natural de los pueblos (compartida por culturas tan incomunicadas como la antigua Roma y el Japón), y por tanto ensalza la originalidad (divina) de la fe cristiana y sus consecuencias en el pensamiento y en la política.

Encantado de conocer su blog, lo incluyo en mi lista. Saludos.

Tales de Mixcoac dijo...

Gracias por su comentarios. Me parece muy cierto el que con respecto a contenidos, la concepción pagana del hombre ante la sociedad y ante la divinidad, resultó poco perdurable, pero sería importante también considerar que en lo correspondiente a estructuras tanto intencionales como articulatorias (filosóficas, antropológicas, políticas), las estructuras de la tradición pagana, encausaron la "Savia nueva" del cristianismo por ciertas vertientes en detrimento de otras. Aqui lo interesante sería profundizar sobre lo que orilló a esa dependencia mutua, y entender sus resultados tal como llegarían hasta nuestros días, en sus diversas presentaciones y mezclas.

Muchos saludos

Firmus et Rusticus dijo...

Sin duda alguna.