miércoles, abril 09, 2008

¿Cómo damos cuenta de la libertad?

La humanidad se mueve dentro de límites que construyen un horizonte de posibilidad de sus acciones; estos consisten en determinaciones tanto biológicas como culturales –y de otros tipos-.

Las distintas construcciones culturales aparecen en distintos momentos, como modos en que el hombre da cuenta del mundo, y son en general, encausados por las particularidades de la región donde se desarrolla cierto grupo humano.

La variedad de características culturales y su diversidad, son una muestra de la capacidad humana de tomar distintos caminos, y modificar varias instancias del mundo a su antojo; esa posibilidad constituye su libertad.

Los llamados límites que mencioné al principio, representan entonces más que constricciones, causes que dirigen las posibilidades de acción. La libertad radica en la activa decisión del hombre por la línea que seguirá, de entre las que se encuentran en el registro de posibilidades colocadas frente a él.

Es importante recalcar el punto mencionado anteriormente: el cauce que se presenta a cada hombre mostrándole las posibles rutas que puede seguir, es inherente a su vida, colocada de facto sin posibilidad de elección. Así, como dice Ortega y Gasset, queda configurada una particular vida humana y su circunstancia.

¿Sabiendo esto, qué queda por hacer? sería la pregunta pertinente, que nos deja como adecuada respuesta: vivir. Vivir es lo único que le ocurre al hombre. Vivir como accionar libre en su circunstancia. El Vivir humano es conciencia y capacidad de acción.

El mero hecho de que podamos preguntarnos si somos libres o no, nos muestra con mayor libertad que la materia inerte. El Ser humano es ya un grupo de elecciones despegadas de lo absolutamente determinado.

martes, abril 08, 2008

Nietzsche, La Genealogía de la moral; Tratado primero : "Bueno y malvado", "bueno y malo"

Los psicólogos ingleses han fallado al tratar de datar el origen de los conceptos relativos a valoraciones morales, en las acciones interpersonales caracterizadas como no-egoístas y su contraparte. La verdadera aparición del concepto "bueno" se encuentra en la nobleza, es decir, en los individuos de posición social privilegiada, quienes comenzaron a utilizarlo para separarse de lo de abajo, lo "malo". De esta manera son los ricos, los dominantes, quienes crearon la distancia que distingue las condiciones sociales que les interesaba demarcar; esto es observable entre los antiguos griegos, en su caracterización de los aristócratas como poseedores de la verdad, en contraposición con el mentiroso hombre vulgar.

Un matiz distinto del mismo actuar, ocurre desde la casta sacerdotal, quienes tratan de indicar su posición privilegiada de un modo más preciso. Lo "puro" e "impuro" se forma como antítesis que marca a unos cuantos privilegiados capaces de acceder a Dios.

Ambos modos de proceder, son instituciones de la terminología provenientes desde los poderosos y dominantes, pero pueden llegar a convertirse uno en el contrario del otro, pues al estar basada la valorización aristócrata en el dominio de la fuerza física, y ser esta un medio capaz de dominar a la clase sacerdotal que se esfuerza por evitar los conflictos, sus apreciaciones llegan a disidir.

Desde un punto de vista contrario, podemos ver la moral que surge desde los débiles El pueblo judío es un ejemplo de valoración generada desde el resentimiento, y ejecutada mediante una trasvaloración de los juicios morales aristócratas. Los dominadores fueron marcados como los "malvados", y el pueblo sumiso e impotente como los "buenos". Desde el odio y resentimiento se comienzan a formar valores, que destacan la naturaleza de los oprimidos como el ideal a seguir –valores como compasión, perdón, y demás productos de la inactividad-; por el contrario la voluntad de poder de los fuertes, cuya disposición normal es mandar y dominar, es estigmatizada marcando sus acciones con un no, y formulando una venganza imaginaria.

Así se crean una historia en la cual se marca un punto en el futuro, como el lugar en el que los padecimientos inevitables por su debilidad seran retribuidos por la gracia y amor de un Dios, que además para hacer más grata su bienaventuranza, castiga a los "malvados"que mantuvieron al pueblo débil oprimido.

El odio de los débiles hacia los poderosos, engendra tal valorización y deseo de venganza; mientras que los fuertes al valorar solo tratan de exaltarse a si mismos, con su natural fuerza y dominio. Esta valorización efectuada por los oprimidos se ha impuesto en occidente, en la religión que domina y constriñe las pulsiones; así han logrado extender su moral antinatural.

jueves, abril 03, 2008

Empédocles y el Ciclo Cósmico

Empédocles es creador de una cosmología bastante peculiar, en la cual se retoman algunos puntos considerados por pensadores antiguos en su sus respectivas construcciones cosmológicas, Se puede notar en la forma esférica del Uno, una referencia al ser esférico de Parménides[1]; partiendo de tal forma símil, agrega modificaciones esenciales que explican el desarrollo de las cosas tal como las conocemos, agregando movimientos y procesos que hacen de la multiplicidad algo verdadero pero transitorio. En lo que sigue examinaremos el fragmento diecisiete[2] para darnos una idea de la manera en que se lleva acabo el ciclo cósmico.

“Será doble mí discurso: pues tan pronto el Uno creció y se quedó uno solo desde mucho, tan pronto se dividió para ser muchos a partir de Uno.”

El origen de todas las cosas está en este Uno esférico, que en un proceso de separación da nacimiento a la multiplicidad de las cosas, dicho proceso parte del uno hacía el todo, mediante una desarticulación; lo doble del discurso parece referirse a lo que dice líneas más adelante, donde se vislumbra el ciclo:

“Doble el nacimiento de las cosas mortales, doble su cesación: Pues el encuentro de todos los seres en uno engendra la cesación de ellos y acaba con su nacimiento, pero al desunirse los seres el nacimiento vuelve y se desvanece la cesación. Y este perpetuo movimiento alternante nunca tiene fin, unas veces reuniéndose todos los seres en uno por el Amor, otras separándose todas las cosas arrastradas por la repulsión del Odio”

Las cosas mortales son generados por la separación de el Uno original, impulsada por el Odio, que lo disgrega en partes; dicha división permite el surgimiento de las cosas múltiples, pero en un caso extremo hace que todo este separado, eliminando nuevamente lo generado, hasta que el proceso contrario impulsado por el Amor, lleva lo múltiple hacia el Uno, siendo el espacio intermedió del proceso, la ventana de tiempo durante la cual vuelve a presentarse generación de multiplicidad de objetos que conforma un mundo análogo al que conocemos. Es un ciclo que se cumple para uno –del Uno a lo completamente disgregado, y viceversa- y otro lado, y que otorga una realidad momentánea a los cosas múltiples, a la separación total, y al Uno:

“Así por cuanto el Uno ha aprendido a nacer de los muchos, y de nuevo, disgregado el Uno, los muchos surgen por eso nacen y nacen y no hay vida firme para ellos […]”

También se nos dice de que está hecho todo, la materia que forma lo Uno:

“fuego, agua, tierra y éter inmensamente alto, y aparte de ellos el Odio funesto, igual de peso en todos, y el Amor entre ellos, igual en longitud y Altura […]. Todos estos elementos son iguales en fuerza e igualmente antiguos, sin embargo, cada uno se preocupa de una función y son de distinto carácter, por turno dominan la evolución del tiempo. Y entre ellos nada viene a la existencia ni cesa de ser. Pues si ellos hubieran sido destruidos continuamente no existirían ya.”

Estos cuatro elementos o raíces, en conjunto con las dos fuerzas que los mueven hacia la separación y la unión en el ciclo cósmico, son las que dan origen a todas las cosas de este mundo. En cuanto a las raíces, estas poseen distintas características, y por tiempos predomina una sobre otra; Son el sustento material de lo que existe, y no fueron generadas, a la ves que se mantienen incorruptibles, existiendo siempre en las distintas vicisitudes de todo lo que es.

Por último se nos dice: “No, que estos elementos son los mismos, sino que, pasando unos a través de otros, nacen cada vez en una forma, permaneciendo siempre iguales”. Es así como se integran al ciclo, volviendo a formarse después de una combinación entre ellos que formó todo lo existente en los distintos momentos del mismo. Pues todo existe, y lo que varía es la forma en que se presenta, durante momentos definidos y acotados en el tiempo.



[1] v. G.S. Kirk y J.E. Raven. The presocratic philosophers, p. 329

[2] Simplicio. Physica, 157, 25 y 161, 14; Plutarco Amat., D; Clemente, Stromateis, V, 15 apud textos presocráticos / Heráclito, Parménides, Empédocles pp. 109-111